
Los Fariseos, aquellos que conocían y guardaban los
mandamientos de Dios, no creían en Jesús. Constantemente buscaban el momento de
ver a Jesús equivocarse, buscaban algún error o pecado para confirmar su teoría
de que Jesús no era el Hijo de Dios. ¿Pero que más necesitaban para creer en el
Señor? Los enfermos eran sanados, los hambrientos eran saciados, y a todos se
les predicaba el mensaje del evangelio, las buenas nuevas de salvación. Pero a
pesar de todo esto le pidieron a Jesús una señal para creer en él.
A veces me veo reflejado en la actitud que tenían estos
fariseos: cumplo con todas las actividades religiosas y a pesar de ver al Señor
obrar a mí alrededor no creo en él. Puedo conocer mucho de Jesús, puedo cumplir
fielmente con todas las actividades religiosas, pero aun así mi corazón puede
estar lejos de él.
En meditaciones anteriores reflexionamos en la manera que
tenía Jesús de desafiar constantemente nuestra fe, de llevarla al límite y
exigir más de ella.
¿Cómo está mi fe? ¿Soy de los que le pide señal al
Señor para confirmar su palabra?
Este devocional corresponde al día Sábado, por problemas en mi conexión a Internet no pude publicar.
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