Marcos 14:10,11

Nos aproximamos a los últimos momentos del Señor antes de la cruz. Vimos en días anteriores, como los líderes religiosos estaban decididos en arrestar a Jesús, aunque tuvieran que inventar algo para hacerlo. En este momento surge Judas, uno de los doce, aquel que compartió tantas aventuras maravillosas con el Señor, vio los milagros, escucho tantas lecciones, compartió tiempo con personas que fueron transformadas por Jesús. Pero Satanás sedujo su corazón y Judas se dejó llevar. Como leemos en estos versículos, fue a los líderes religiosos para acordar con ellos como entregar al Señor.
Como duele la traición, más aun si viene de alguien en quien confiabas, alguien a quien considerabas tu amigo. ¿alguna vez sufriste una traición? ¿cómo la viviste?
Jesús conoce el dolor de la traición, pues él fue traicionado por uno de sus amigos. Un salmo expresa con claridad, de manera profética, lo que vivió nuestro Señor, "Mis enemigos se juntan y cuchichean contra mí; me hacen responsable de mi mal. Dicen: Lo que le ha sobrevenido es cosa del demonio; de esa cama no volverá a levantarse. Hasta mi mejor amigo, en quien yo confiaba y que compartía el pan conmigo, me ha puesto la zancadilla."(Sal. 41:7-9)
El dolor de la traición es real, pero también es real el consuelo que Dios nos da. El Señor conoce este dolor, por eso podemos confiar en su consuelo eterno. Pablo expresó a los tesalonicenses, "Que nuestro Señor Jesucristo mismo y Dios nuestro Padre, que nos amó y por su gracia nos dio consuelo eterno y una buena esperanza, los anime y les fortalezca el corazón, para que tanto en palabra como en obra hagan todo lo que sea bueno."
El dolor nos paraliza, nos desorienta, nos llena de temores y dudas. No lo dejemos anidar en nuestro corazón. En Jesús podemos confiar, recurramos a su consuelo que llena de alegría nuestra alma y nos permite continuar con nuestra carrera.
David dijo en un salmo "Cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría."(Sal. 94:19)
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