
Marcos 15:42-47
José de Arimatea, un hombre prominente y que se había convertido en discípulo del Señor, armándose de valor fue a pedir el cuerpo de Jesús a Pilato. Este último se sorprendió de que ya estuviera muerto y le concedió el cuerpo. Dice Isaías 53:9 "Se le asignó un sepulcro con los malvados, y murió entre los malhechores, aunque nunca cometió violencia alguna, ni hubo engaño en su boca." Así fue, nunca cometió violencia ni se halló engaño en su boca, pero se lo consideró un malhechor y digno de muerte como un malvado. Muchos de sus seguidores esperaban en él, creían que Jesús instauraría el reino de Dios y devolvería la gloria a Israel, pero ya estaba muerto. Dice el verso 43 "José de Arimatea... que también esperaba el reino de Dios..." ¿Cuantas dudas nació en el corazón de José?, Jesús reunía todas las condiciones para gobernar el pueblo de Israel, pero ya estaba muerto, ¿qué hacemos ahora? Aparentemente la maldad había triunfado... Pero José no dejo el cuerpo de Jesús en el madero, y le dio sepultura. Su admiración y amor por el Señor lo llevo a cuidar el cuerpo de Jesús.
Aveces vivimos situaciones en las cuales nos sentimos desilusionados, abatidos por la injusticia, sumergidos en la duda y la desesperanza. En estas situaciones creo que tenemos dos opciones, o nos dejamos llevar por estas emociones que nos terminarán por destruir o redoblamos nuestras fuerzas para no dejar de confiar en Dios y esperar en su justicia. Cuando leo lo que Jesús hizo por nosotros no puedo dejar de pensar que, a pesar de la injusticia que me rodea él sigue teniendo el control.
Guarda silencio ante el Señor, y espera en él con paciencia; no te irrites ante el éxito de otros, de los que maquinan planes malvados. Sal. 37:7
Señor, ten compasión de nosotros; pues en ti esperamos. Sé nuestra fortaleza cada mañana, nuestra salvación en tiempo de angustia. Is. 33:2
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