Gálatas 5:13-15
Una de las noticias maravillosas que conocemos al entregar nuestra vidas a Dios es que nos hizo libres, ¡Libres! A pesar de que, antes de entregar nuestras vidas a Cristo, aparentábamos decidir con libertad, en realidad solo estábamos obedeciendo ordenes. Ordenes de nuestras pasiones, de satanás y de este mundo. Cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón él rompe las cadenas, nos libera y nos coloca en el camino correcto, el camino que habíamos extraviado.
Recuerdo una vez cuando sufría de constantes dolores en la parte frontal de la cabeza, y se me ponían colorados los ojos al final del día. Al consultar a un especialista, y al efectuarme todas las pruebas, determinó que necesitaba usar anteojos. No estaba viendo con claridad, pero no me había dado cuenta hasta que use los anteojos que me recetaron y empece a ver como siempre tendría que haber visto, con mayor nitidez y a mayor distancia, y hasta los dolores habían desaparecido. Así mismo, cuando creemos en Jesús empezamos a ver la vida como Dios quiso que siempre la veamos, a través de los ojos de Jesús. Él nos reveló, entre tantas cosas, que vivíamos en esclavitud y que solo la sangre de su Hijo nos podía liberar. Nosotros creíamos que nuestra antigua manera de vivir era lo común, hasta que Jesús abrió nuestro ojos.
Ahora, siendo hijos, podemos ver que nuestra vida pasada era una vida de esclavitud y no de una verdadera libertad. ¿Entonces, ahora que soy libre puedo hacer todo lo que se me antoje? pues claro que no, ya que de hacerlo así volveríamos a actuar como nuestra antigua manera de vivir, obedeciendo a nuestras pasiones (verso 13). Nuestra libertad se ve reflejada en nuestro amor al prójimo, ¿como? pues amando al prójimo dejamos de amarnos a nosotros mismos, dejamos de pensar en nosotros, dejamos de obedecer a nuestro ego, y comenzamos a servir a los demás.
¿Sigues obedeciendo a tu ego? ¿De que manera puedes expresar amor a quienes te rodean?
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